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martes, 1 de noviembre de 2011

“Si vas a ser zapatero, quiero que seas el mejor”.

Nunca sabré si fue cierto que el papá de Diomedes Díaz le dijo un día “si vas a ser zapatero, quiero que seas el mejor”. Y lo puso en las letras de su canción. La verdad, no le creo mucho, pero sin duda es  frase célebre; tal vez la primera frase célebre de un vallenatero no perteneciente al combo de los Escalona y Emiliano Zuleta.  
La famosa frase llegó a mi cabeza en días pasados, cuando una amable señora de El Espectador me ofreció que escribiera un par de artículos free lance de aquí a diciembre. “Pero claro, le respondí”. El primero se fue, se publicó cuasi intacto y la felicidad del domingo antes de las 8.00 am cuando fui a comprar el periódico fue total. No me cambiaba por nada ni por nadie. Estuve con el periódico bajo el brazo todo el día, eso sí bien empacadito en el plástico transparente en el que ahora lo venden. Y me dediqué el domingo entero a chicanear. Hasta se lo mostré al maestro que estaba pintando la casa y nos colgó unos cuadros aquel domingo. Y pues es que ahí mismo, donde había salido mi nombre impreso, con el apellido de mi mamá como me lo exigió hace muchos años mi abuelita, estaban también el de varios de mis columnistas, autores y periodistas favoritos: al lado de un Alfredo  Molano, Héctor Abad Faciolince y María Elvira Samper (ex jefa mía), un Sabogal Jara no quedaba nada mal.
Se veía bonito, pa´qué. Pero la sorpresa llegó exactamente una semana después. Entre firma de escrituras, reuniones innecesarias, visitas frecuentes, también innecesarias, de los nuevos jefes; y mucho  trabajo, el segundo artículo, de diez que parece, me iban a dejar publicar, no terminó siendo lo que se esperaba. Errores, confusiones y mucha, mucha cháchara barata, se convirtieron en la razón para que en el yahoo apareciera al otro día un correo electrónico que decía con cariño: “Juanse, hemos tomado la decisión de reevaluar porque el editor no quedó satisfecho con lo que le enviaste. Te contamos las nuevas decisiones. Saludos, Pepita Pérez, El Espectador”. Miéééédaaaa!!!. Jamás me habían despedido de ningún lado.
Y les confieso que a partir de ese día, al cruzar por frente a las instalaciones de El Espectador, ahí en la 26 con 68 en Bogotá, por donde me toca pasar por obligación todos los días camino a mi oficina, me daba un no sé qué en no sé dónde. La verdad me daba era un empute conmigo mismo por haber desaprovechado la oportunidad. Todo parecía indicar que las ganas de volver a sentir el ambiente y el revoloteo de la redacción, la posibilidad de publicar en un periódico nacional y pisar de vez en vez ese edificio se habían desvanecido.
Sé que hubiera podido escribir algo mejor. Y eso fue lo que les mandé a decir en el mail de vuelta. Pero alguna vez oí que las oportunidades son soplos que aparecen en las manos y al voltear a mirar se han ido si no las agarraste. Y esta la había perdido.
Sin embargo, hace un par de horas recibí otro mail de Pepita Pérez, sí la de El Espectador. Había una última oportunidad. Si el artículo que acabo de escribir hace un par de horas les gusta, las puertas se podrían volver a abrir. Eso parece. Pase lo que pase, lo que me quedó claro es que siempre hay que hacerle caso a Diomedes Díaz, “si vas a ser zapatero, quiero que seas el mejor”.  
Nos vemos el otro martes.

1 comentario:

  1. Créele a Diomedes: mi papá sí me dijo: "Si serás barrendera, que seas la mejor barrendera".
    ¡Te felicito por ser el nuevo periodista freelance de El Espectador, y me alegra mucho que hayas vuelto al periodismo en tu periódico favorito!

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