Para que lo lea con el café de la mañana.

domingo, 19 de junio de 2011

¿Por qué soy tan bruto para la tecnología?


Llevo cuatro horas sentado frente al portátil y al iPad. Los dos se están como apareando a través de un cable blanco que los une, como Neytiri y Jake Sully con la famosa trenza en Avatar. Y lo único que sale en las pantallas es: “por favor sincronizar”. Me habían advertido que jamás, ¡JAMÁS! se me ocurriera sincronizar el uno con el otro. Aún no entiendo qué es sincronizar, cuál sincroniza a cuál y cuáles son las consecuencias. Al final me sacó la piedra y le di sincronizar, aceptar, sincronizar, apagar, prender, reajustar, volver a sincronizar, ir al Apple y al Itunes Store, ¿no son lo mismo acaso?, apagar, prender, volver a pagar y mejor irme a almorzar. Es que entré en tal desespero que cuando en el aviso de la pantalla se leía por enésima vez: “foursquare estará disponible para descargar cuando entre al Apple Store”, estuve a punto de irme al Apple Store…pero al de Unicentro, a ver si con solo entrar y levantar el iPad de la misma manera que Mufasa levantó a Simba me bajaba la maldita aplicación. 

Hace seis meses yo no tenía cuenta con Apple. No tenía iTunes. No tenía  iPad. No tenía twitter. No tenía blog. Y jamás olvidaré una tarde en la casa de Carolina Venegas (perdón, quise decir en la casa de #&Colorentropy, con &%#Natgarcal y ##Patrick_M_L, Adriana Martínez, que debe ser ##AdriMart o algo así… y otros más cuyos apodos de twitter desconozco y por ello no cito aquí), cuando comenzaron a hablar de eso llamado Facebook y alguien gritó “¡Juannnn, ¿¿¿no tienes Facebook????”;  me quería meter debajo del único sofá que había en esa sala.  

Por eso  en los últimos meses he decidido pasarme del burro al avión, como dice el adagio popular. Compré el iPad, adquirí cuenta en iTunes, le escribí a Steve Jobs diciéndole que era un verraco, me metí a twitter  y también estoy en facebook. Sobre Linkedin lo único que sé es que a un gran amigo de México lo encontraron ahí y ahora se gana una millonada en la empresa de la competencia.

Pero todas estas iniciativas están como este blog: a medias. Mi vida se ha convertido en mediofacebook, mediotwitter, medioiPad, medioIpod, medioTouch, medio Itunes, y claro, medioblog, porque todos los uso a medias, y no porque quiera, sino porque siempre había creído que el que el chip de la tecnología me lo habían robado en la clínica en la que nací. Pero el otro día que mi papá se compró un MP4, ¡un MP4 señoras y señores!, me llamó, sacó su agenda de cuero con el 2011 marcado en la parte inferior derecha y me dijo: “ahora sí explíqueme cómo es que esto que quiero oír los CD de Diana Uribe en el Transmilenio” y empezó a escribir C://Inicio//Equipo//Documentos//Drive….”, comencé a pensar que el chip no me lo habían robado, sino que no venía incluido. Feliz día del padre Pá. 

Nos vemos el otro martes.

martes, 7 de junio de 2011

Y los primos, ¿dónde andarán?


Revisando mi lista de amigos de facebook llegué a una conclusión: a todos, a absolutamente a todos, les he oído mencionar en al menos una oportunidad a sus primos y primas: ”es que mi primo llega”, “es que me voy a visitar a mi primo”, “es que me emparrandé con mi primo”, “es que le dije a mi primo que si nos dejaba quedar en su casa en Chicago, Los Ángeles o Nueva York”, “es que me agarré con mi primo”, “es que me rumbeé a la prima”,  “es que mi primo tiene güevo”. Y es que entre primos todo vale.

Yo no hago sino alardear que tengo 300 primos, entre primos hermanos, primos segundos, primos terceros y de ahí en adelante. Por supuesto no con todos hablo. Pero este artículo no es sobre mis primos sino sobre los suyos. Todos han tenido siempre una prima o un primo con el cual compartieron una fiesta, un paseo, un juego, una Navidad, un fin de año, una pelea y un guayabo.

Sin embargo ya de muchos de ellos poco se sabe, ya sea porque se fueron del país, porque se volvieron de mejor familia o porque simplemente no están en facebook. Y eso sí que es grave. Y es que yo he visto saludar a mi papá a su primo de toda la vida diciéndole: “y entonces qué primo, ¿cómo están los chinos?”.  Y eso a los 50 suena como raro, pero suena emocionante, porque es inevitable pensar en cómo será en unos años cuando los planes de primos sean visitar a hijos de los primos, es decir a los primos segundos; visitarlos en sus propias casas y organizar las fiesta de fin de año que ya no estarán más a cargo de padres, tíos o abuelos.

Y para que eso funcione en el futuro no hay que descuidarlos. Porque solo la prima sabe que a su prima el marido le pega; el primo será el primero en saber que la novia de su primo está embarazada;de seguro la prima será la madrina, solo la prima sabrá antes de tiempo que su prima con ese tipo ya no va más, y serán su primo o su prima los que estarán ahí en caso de que su novia o su novio lo abandonen. Así que en estos días, que pagan la prima, invítele un trago a su primo. Si este vive en París, Londres o Afganistán, escríbale; tal vez un día de estos que usted se anime a viajar tenga a donde llegar.

Nos vemos el otro martes (Si le gustó, anímese y dele click en seguir, ahí arribita a la derecha).

miércoles, 1 de junio de 2011

¿Por qué la plata sí alcanza?


El fin de mes era un infierno. Claro,  solo pensar en que el sueldo consignado en la pésimamente bautizada cuenta de “ahorros” se desocuparía en menos de lo que se gasta el sol en esconderse y volver a salir daba dolor de cabeza. La típica frase sobre el sueldo de “así como llega se va”, debería ser considerada frase célebre. Porque es cierto. O al menos lo era.  Y sé que no me pasaba solo a mí sino a muchos. La cuestión era clara: la plata no alcanzaba para nada. Y qué tranquilidad siento al escribir esta entrada en tiempo verbal pasado.

No es que me haya ganado la lotería, y tampoco me subieron el sueldo (ah, no, mentiras, sí me lo subieron, me aumentaron 38,500 pesos…). Pero la verdad es que ahora sí vivo mejor, más tranquilo. Y he estado pensando en qué me gastaba yo mi sueldo y he llegado a varias conclusiones: en gasolina, en peajes, en la rutina diaria y en el trago, en el verraco trago. Creo que este último se llevaba algo más de la mitad. El carro, lo vendí; a rumbas hasta la madrugada, poco; y abstemio no me volví, pero ya las cuentas de whisky, vodka, poker y águila, mucha águila, ya no son de seis dígitos.

El fin de mes, llegado el sueldo, el celular sonaba más que nunca: ¡claro! a pagar los 20, 30, 40 o 200 mil que me habían prestado, en la mayoría de veces en  cuentas pagadas en bares después de la media noche. Ahora que me acuerdo un día mi primo, mi máximo prestamista de la época, me debitó 800 mil de un solo jalón al llegar el sueldo. Las tarjetas de crédito a reventar y el famoso “ahorro a la vista” de mi fondo de empleados duraba poco menos de 48 horas.

No sé si fue el nuevo año, los nuevos aires o qué, pero realmente  organicé mis finanzas personales. Ya plata  prestada no debo. Incluso ahora me pasé al otro lado y estoy de acreedor de más de uno por ahí. Ahora espero el sueldo con más felicidad, porque sé que me queda para mí. Porque sé que no se me va a ir a la hora. Porque sé que el fin de semana me podré ir de puente festivo sin tener que regresar el martes mirando cómo sobrevivo el fin de mes.  

Conclusión: sí se puede. Los que leen esta entrada se dividirán en dos grupos: el primero integrado por aquellos que siempre han sido organizados con sus platas, que la última semana del mes les da igual si compran almuerzo en El Corral o llevan desde la casa; y que son los únicos que hacen fila para retirar plata en el cajero un 24 o 25 del mes. Para ellos mi reconocimiento porque no es fácil llegar allá. El segundo grupo estará diciendo: “miércoles, a mí también me pasa. La plata no me alcanza”. Para ellos mi ánimo. Se trata de organizarse un poco mejor financieramente, reducir gastos durante una temporada de tiempo y estabilizarse. La palabra es ESTABILIZARSE. De ahí en adelante, después de pasar esa barrera, créanme, los restaurantes de esta ciudad los esperarán con los datáfonos listos para recibir sus tarjetas débito, no las de crédito. Siempre es mejor la débito. También créanme.

Nos vemos el otro martes, lo prometo.