Para que lo lea con el café de la mañana.

martes, 19 de julio de 2011

Ese cuaderno de Jean Book sí existe


El otro día estuve a punto de comprarme el libro Cómo hablar de libros sin leerlos. Estaba tan bien exhibido y me solucionaría tantos problemas que tuve que hacer un esfuerzo para no llevarlo hasta la caja registradora. El que escribió este libro, un tal Henry Hitchings, publicado por Planeta, con traducción de Eva Robledillo, es un  verraco (en colombiano, porque verraco en España significa cerdo).

Y es que este tal Hitchings entendió de manera perfecta la rabia en el corazón (como diría Ingrid Betancourt) que da el encontrarse en un lanzamiento de un libro, estar en una reunión, hablar con amigos, ir a una librería o ver las reseñas de El librero, Semana, Arcadia, El Tiempo o donde sea y pensar: “me falta leerme este, este, este, este otro, este también”. Y es que va a uno a ver su cuaderno de Jean Book con la lista de los leídos y de los no leídos (ese  cuaderno sí existe) y se alegra por aquellos que ya pasaron por las manos, pero lo carcome el afán por los que aún están en lista de espera.

Pero decidí no comprarlo. Haberlo comprado sería como haberme rendido ante un reto que me propuse el ocho de agosto de 2009, cuando tomé el cuaderno que ahora guardo con más cuidado que el tesoro de los marajás hallado hace poco en un templo en la India y comencé a hacer la lista de cuáles libros quería leerme. No les puse número a la izquierda para no estresarme, pero son varias hojas a espacio sencillo. Haberme comprado ese libro sería haberme tenido que acostar de ahora en adelante sin pensar en uno y mil títulos que quiero leer, de los que quiero hablar, que me interesan, que me han recomendado, que son clásicos y que uno no debe morir sin leer.  

Y volví a sentir tranquilidad al no haber comprado ese libro. Más cuando al día siguiente me llegó una solicitud en facebook en la que me preguntaban cuáles de una lista de casi 100 títulos había leído. Uno seleccionaba cuáles sí y cuáles no y el ejercicio de facebook se convertía en una cadena. Y me di cuenta que muchos han leído mucho más que yo, otros menos y otros que no leen nada, nada (lo que es muy, muy triste).  Pero me di cuenta que todos, o casi todos mis amigos, tienen una lista larga de libros por leer y que a muchos les embarga el mismo sentimiento de afán por leer un poco, tan solo un poco más. 

Y esta entrada es simplemente para decirles que la próxima vez que entren a una librería no compren Cómo hablar de libros sin leerlos, sino que compren uno de esos que han querido leer desde hace años. Yo por lo pronto seguiré con los 12 tomos de la colección Historia de la humanidad (desde el Hombre de Neanderthal hasta el Siglo XX), haciendo una pausa para leer el más reciente regalo recibido: El retrato de Dorian Gray. Gracias por eso señorita Dorian. Tal vez algún día termine. Gracias por leer este blog y el próximo libro que decidan.
Nos vemos el otro martes.

miércoles, 6 de julio de 2011

Esto es una declaración de guerra


Hace un par de semanas mi mamá me confirmó el dictamen final: amputación de la pierna derecha, a la altura de la rodilla. El señor, padre de la mejor amiga de ella, ingresó al quirófano hacia las 11 am, y luego de dos horas, cuando la sierra había terminado su trabajo, todo era claro: una vida había cambiado. El señor, de cuyo nombre no quiero acordarme, jamás, jamás volvería a tener su pierna completa.

El tema tocó a la puerta de mi casa, pero los casos se cuentan por miles. Y aunque suene terco, puntilloso, envidioso o poco solidario, no puedo dejar de preguntarme: ¿por qué lo hacen? Y he comenzado a pensar que me estoy volviendo inmune o estoy entrando en el círculo vicioso, textualmente, de quedarme callado por respeto a los demás.

Pero no más. Yo nunca he sido fumador, pero hoy me declaro en guerra contra el cigarrillo, contra el hábito de fumar, contra esa enfermedad, más no contra los que lo hacen, porque sería injusto; además, quedaría más solo que el protagonista de The Road, la novela de Cormac McCarthy, ganador del Premio Pulitzer en el 2007. Mis estadísticas personales son asombrosas: de cuatro amigos con los que estuve en Villavicencio el fin de semana, todos fuman; de seis mujeres con las que almuerzo todos los días, todas fuman menos Loeber; de un par de amigos que mantengo del colegio, todos fuman; de los de la universidad, ni hablar porque todos cayeron ahí; y de un jefe que tengo, uno fuma.  Y así…

Y me declaro en guerra porque al paso que vamos creo que tendré que asistir a tantos funerales, visitar tantas clínicas y comprar tanto oxígeno como amigos tengo. Y si tengo que hacerlo, lo haré, pero no quiero. O tal vez nunca me toque porque me morí de una gripa. Lo que no puedo hacer es quedarme callado, asistiendo al suicidio en vivo y lento más grande de mi vida.

Unos datos: el consumo de tabaco representa el 10% de las muertes en el mundo. 5,5 millones de personas murieron en el 2010 por esta causa; se prevé que para el 2020 serán 7 millones y 8 para el 2030 (Fuente: el atlas del tabaco). Entiendo que es una pandemia, una cosa cerebral, una enfermedad y que salir de ahí no es fácil. Pero la pregunta es: ¿de esos millones cuántos serán amigos míos? Por eso hoy te declaro la guerra, cigarrillo del infierno.

Nos vemos el otro martes, espero.