Piero se preguntó alguna vez en aquella canción “Cómo le
cuento a mi gente lo que pasa en esta tierra”.
Y hoy me hago la misma pregunta. Cómo contarle a la gente, a mi hija, lo
que pasa en este país.
Por primera vez en décadas se sentía en el ambiente, en el
bus, en la calle, en la oficina, una verdadera indignación por los dirigentes
políticos colombianos. Por primera vez desde que tengo conciencia política
llegué a pensar que un Congreso renovado era posible, que los colombianos
habíamos tomado conciencia y por fin íbamos a votar bien.
No pude seguir viendo los boletines de la Registraduría.
Llegué hasta el número 16. Ver liderar las elecciones a los partidos políticos
tradicionales y a los nuevos partidos con un ADN ensangrentado, corrupto e
irresponsable con el país, luchando solo por intereses particulares y aliado
con la ilegalidad era demasiado para mi día de cumpleaños.
En un complicadísimo ejercicio mental y en un honesto tratar
de entender al adversario, llevo toda la mañana intentando ponerme en los
zapatos de quienes pusieron una ‘X” en el tarjetón por la lista uribista. Alejándome
de prejuicios e ideales políticos, intento responder la pregunta: por qué
siguen votando por él?
Como me lo dijo mi amiga Pat mientras conversábamos
telefónicamente antes de entrar a Corferias a votar: “en este país no hay
electores, hay hinchas” Y tiene toda la razón. Con el equipo de fútbol, lo haga
bien, lo haga mal, gane o pierda, uno siempre estará ahí comprando de nuevo la
boleta de entrada y guardando la esperanza. Por años. Mi temor es que estos
hinchas uribistas lo sigan siendo por años; ni siquiera ante las evidencias de
que fueron ocho años de gobierno corrupto, de sus oscuras cercanías con grupos ilegales, como una y
otra vez lo ha corroborado el Senador Iván Cepeda, quien también logró una
curul, con muchos menos votos que el Senador Uribe Vélez.
Ante ese escenario y un futuro políticamente confuso (ante
mis ojos, la subjetividad que permite el blog), no puedo dejar de preguntarme:
qué decirle a mi hija. Decirle que la política es importante, que es
fundamental que ejerza siempre su derecho como ciudadana a elegir y ser
elegida, que es imprescindible que los gobiernos siempre tengan oposición, que
siempre debe ir a votar para poder opinar.
Pero hoy, al sentirme derrotado en las urnas, al sentirme
que políticamente este país no va a cambiar, y sentir que las maquinarias, la
compra de votos, la herencia del paramilitarismo, la corrupción, el
clientelismo y la mermelada continuarán siendo los protagonistas comienzo a
pensar si será mejor decirle a mi hija que no vale la pena estar pendiente de
quienes están en el poder, de qué pasa en la política colombiana; que no pierda
tiempo o esfuerzos pensando en un país mejor.
Decirle que simplemente se dedique a disfrutar del país que
tiene, del país no político: que disfrute de sus playas, de su gente, de sus
paisajes. Que un día coja una flota hacia el sur, hacia el norte y se baje
donde quiera. Tal vez llegue a Leticia, tal vez llegue a Palomino, tal vez
llegue a Puerto Carreño. Y que viva su país, pero que por la política no se
afane. Debería hacer yo lo mismo? Quisiera, con dolor, decirle eso, para
evitarle un sufrimiento. También sé que será ella, en su adultez y madurez
quien decidirá si le interesa o no lo que pasa en la política de este
país. No sé, me encuentro parado en una compleja
intersección.
Aunque también he pensado en esos colombianos que no votan,
que no tienen acceso a la información, ni a Facebook, ni a Twitter. Porque una
de las grandes preguntas que me hice esta mañana al ver en las redes sociales
la indignación generalizada por los resultados electorales fue: si todos
estamos tan indignados quiénes fueron los que votaron por el Centro Democrático
y por Gerlein (digno opresor de los derechos de los homosexuales, del derecho
al aborto, entre otros). Vivimos en una burbuja, porque Bogotá, Medellín,
definitivamente no son Colombia. Lo son Sucre, Huila, Orinoquia, Guajira,
Amazonas y todos lo departamentos que comparten los verdaderos rasgos colombianos.
Pero ese es el tema de otra entrada.
Los años me irán enseñando qué camino enseñarle a mi hija.
Es demasiado chiquita para todo esto, pero no puedo hacerme la pregunta que
Piero se hizo alguna vez en su canción: “Cómo le cuento a mi gente lo que pasa
en esta tierra”. Como le voy contar a mi hija lo que pasa en este país. Ay
país, país, país.