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lunes, 10 de marzo de 2014

Ay país, país, país.


Piero se preguntó alguna vez en aquella canción “Cómo le cuento a mi gente lo que pasa en esta tierra”.  Y hoy me hago la misma pregunta. Cómo contarle a la gente, a mi hija, lo que pasa en este país.

Por primera vez en décadas se sentía en el ambiente, en el bus, en la calle, en la oficina, una verdadera indignación por los dirigentes políticos colombianos. Por primera vez desde que tengo conciencia política llegué a pensar que un Congreso renovado era posible, que los colombianos habíamos tomado conciencia y por fin íbamos a votar bien.

No pude seguir viendo los boletines de la Registraduría. Llegué hasta el número 16. Ver liderar las elecciones a los partidos políticos tradicionales y a los nuevos partidos con un ADN ensangrentado, corrupto e irresponsable con el país, luchando solo por intereses particulares y aliado con la ilegalidad era demasiado para mi día de cumpleaños. 

En un complicadísimo ejercicio mental y en un honesto tratar de entender al adversario, llevo toda la mañana intentando ponerme en los zapatos de quienes pusieron una ‘X” en el tarjetón por la lista uribista. Alejándome de prejuicios e ideales políticos, intento responder la pregunta: por qué siguen votando por él?

Como me lo dijo mi amiga Pat mientras conversábamos telefónicamente antes de entrar a Corferias a votar: “en este país no hay electores, hay hinchas” Y tiene toda la razón. Con el equipo de fútbol, lo haga bien, lo haga mal, gane o pierda, uno siempre estará ahí comprando de nuevo la boleta de entrada y guardando la esperanza. Por años. Mi temor es que estos hinchas uribistas lo sigan siendo por años; ni siquiera ante las evidencias de que fueron ocho años de gobierno corrupto, de sus oscuras  cercanías con grupos ilegales, como una y otra vez lo ha corroborado el Senador Iván Cepeda, quien también logró una curul, con muchos menos votos que el Senador Uribe Vélez.

Ante ese escenario y un futuro políticamente confuso (ante mis ojos, la subjetividad que permite el blog), no puedo dejar de preguntarme: qué decirle a mi hija. Decirle que la política es importante, que es fundamental que ejerza siempre su derecho como ciudadana a elegir y ser elegida, que es imprescindible que los gobiernos siempre tengan oposición, que siempre debe ir a votar para poder opinar.

Pero hoy, al sentirme derrotado en las urnas, al sentirme que políticamente este país no va a cambiar, y sentir que las maquinarias, la compra de votos, la herencia del paramilitarismo, la corrupción, el clientelismo y la mermelada continuarán siendo los protagonistas comienzo a pensar si será mejor decirle a mi hija que no vale la pena estar pendiente de quienes están en el poder, de qué pasa en la política colombiana; que no pierda tiempo o esfuerzos pensando en un país mejor.

Decirle que simplemente se dedique a disfrutar del país que tiene, del país no político: que disfrute de sus playas, de su gente, de sus paisajes. Que un día coja una flota hacia el sur, hacia el norte y se baje donde quiera. Tal vez llegue a Leticia, tal vez llegue a Palomino, tal vez llegue a Puerto Carreño. Y que viva su país, pero que por la política no se afane. Debería hacer yo lo mismo? Quisiera, con dolor, decirle eso, para evitarle un sufrimiento. También sé que será ella, en su adultez y madurez quien decidirá si le interesa o no lo que pasa en la política de este país. No sé, me encuentro parado en una compleja intersección.

Aunque también he pensado en esos colombianos que no votan, que no tienen acceso a la información, ni a Facebook, ni a Twitter. Porque una de las grandes preguntas que me hice esta mañana al ver en las redes sociales la indignación generalizada por los resultados electorales fue: si todos estamos tan indignados quiénes fueron los que votaron por el Centro Democrático y por Gerlein (digno opresor de los derechos de los homosexuales, del derecho al aborto, entre otros). Vivimos en una burbuja, porque Bogotá, Medellín, definitivamente no son Colombia. Lo son Sucre, Huila, Orinoquia, Guajira, Amazonas y todos lo departamentos que comparten los verdaderos rasgos colombianos. Pero ese es el tema de otra entrada.

Los años me irán enseñando qué camino enseñarle a mi hija. Es demasiado chiquita para todo esto, pero no puedo hacerme la pregunta que Piero se hizo alguna vez en su canción: “Cómo le cuento a mi gente lo que pasa en esta tierra”. Como le voy contar a mi hija lo que pasa en este país. Ay país, país, país.