Para que lo lea con el café de la mañana.

lunes, 11 de abril de 2011

El papá de su papá


A las 5.00 am llegará la ambulancia. Eso aseguraron y son cumplidos. Hace exactamente 8 días dijeron que la cirugía de mi papá, de 54 años, creo, comenzaba a las 6 am. Y a las 6 am comenzó. Mañana viene la segunda. Son dos. ¿Por qué? Porque son dos los reemplazos de cadera que toca hacer.

La cosa no ha estado fácil estos días, pero tampoco tan complicado, como imaginamos muchos. Bueno, aunque lo digo sin saber si a él le está doliendo hasta la chingada (como dicen los mexicanos), o hasta la puta madre po (como dicen los chilenos, y que en este segundo caso parecería que le duele más). O si mi mamá, en este punto, también quiere ya que la operen a ella para que alguien la atienda como ha atendido ella a mi papá. ¡Ay Dios, alma bendita mi mamá!

El punto es que el momento llega. Y no es para tristezas, melancolías o reflexiones de más. Simplemente la vida es así. A usted, hijo o hija, le ha tocado, le está tocando o le tocará, tarde que temprano, ver enfermo y recuperándose a su papá o a su mamá. Sea una gripa que no pasa, una alergia que rasca, un corazón que  anda a medias, una pierna que duele, un oído que marea, un dolor de cabeza que no acaba, una herida que no sana, o, entre la más sencilla de todas, una cadera que ya no marcha más.  

Sea lo que sea, ahora el turno ha llegado. Hay que estar ahí. Sí, que hay una fiesta: vaya y regrese pronto. Que la sangre asusta: no importa, es sangre de su sangre. Que su esposo o esposa no quiere que vaya, pues mándelo para la mismísima mierda. Que ya ha ido dos veces esta semana a la clínica a visitarlo, vaya seis. Que vive fuera de la ciudad o del país: llame todos, todos los días. Que el trancón de las 7.00. No importa, vaya.  

Y no estoy hablando de sacrificios. Porque no los son. ¿O es que acaso es mucho sacrificio tener dos martes libres para leer y ver películas en el portátil todo el día en la sala de espera mientras el señor de bata blanca sale a decir que todo salió bien? Simplemente, hablo de estar ahí. Porque tíos, primos, amigos, novios, novias, conocidos y desconocidos llaman, llegan, visitan, preguntan. Y eso alegra. Y ayuda, mucho, mucho. Pero su papá o su mamá lo quieren ver es a usted, ahí. Pendiente. Créame.

Así que, mi querido hermano, mi querido hijo, así sea una gripa, un reemplazo de cadera o una cirugía a corazón abierto, levántese y vaya a comprarle al menos el dólex milagroso que patrocina Pirry en televisión. Porque a usted también le llegó la hora de ser el papá de su papá, por un ratico. Lo demás, que espere. Yo por lo pronto le pediré al de la ambulancia que me la deje manejar.

Nos vemos el otro martes.

3 comentarios:

  1. Buena entrada primo!! Me encantaría que después de unos años (cuando sea papá) volviera a escribir sobre este tema. Creo que el tono sería un poco diferente. Para ese entonces el blog estaría acompañado de frases del estilo de "yo que me quite el pan de la boca por ustedes.."

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  2. Me gustó e impactó!!! Por aquello de la caída de mi mamá y la fractura de cadera... Y lo de estar presente... Qué chistoso, no te había leído nunca!!! Lo volveré a hacer!!! Sandra P.

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  3. Mi papá ya esta saliendo del segundo reemplazo, aunque no fue tan seguido como el que cuenta. Se le agradece esta entrada, pues se de lo unida de su familia y me sirve ya que no soy tan familiar como uds pero me doy cuenta que hace falta manifestarse. Un abrazo y que le dure este buen empeño de escribir.

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